
Estoy en una casa pequeña pero aun muy habitable, las paredes son blancas, el televisor es gris y de buen tamaño, hay pintadas tres manzanas enormes en la pared del comedor, a un paso esta la cocina y a otro paso la sala y a un ladito el baño. Las escaleras dan a las recamaras, son tres habitaciones y en una esta ella, arreglándose frente al espejo, seguro su toalla ha de estar por ahí húmeda y cerca. La madre vieja de esa tan maravillosa criatura ha entrado a esta casa y está en la cocina, me ha invitado a comer, he dicho; Gracias.
¡En estos tiempos de crisis no puede uno decir que no a tan atentas invitaciones Sancho! Sin embargo me gustaría más comer en un gran restaurante italiano por ejemplo… uff! La señora ha interrumpido gritando: “Te estas lavando las tripas o que princesa” a lo que mi maravillosa criatura responde: no,no, ya voy… ya voy.
La señora vieja quiere hacerse la simpática otra vez y dice: “le he prohibido ver la tele, la puede ver, pero que no la prenda”… no me molesta el comentario tanto como la sola y mera suposición en un mundo alterno de la desorbitada y chiflada mínima probabilidad de la existencia de esta tan ventajosa y mamante criatura.
Ella aun no ha bajado y han pasado los clásicos treinta minutos de este tipo de historias, si sabes que estás en una historia tal, adáptate a los personajes y a los escenarios.