
Acabo de estrenar un coche. Nunca en mi vida
había tenido uno. Estuve alegre ayer todo el día, como cuando tuve bicicleta
a los once años.
¿Qué simbiosis se establece entre el objeto y uno
mismo? ¿Porqué la posesión de lo superfluo enaltece el
ánimo como una conquista?
Con sus 110 caballos de fuerza parece que aumentara
la fuerza de uno mismo.
¡Dios mío!, me pregunto, ¿esto es lo que llaman enajenación?,
¿o es el principio de mi decadencia?
Jaime Sabines. Dic-06